miércoles, 24 de agosto de 2011

Homo homini lupus.

Calíspigo es un perro de dos cabezas, o más bien de dos frentes: dos caras, mismo cuerpo y mismo seso. Es un buen perro: hace lo que le dicen los amos, divierte a los dueños de la casa, ladra y muerde al que molesta al amo y al final de su día se gana su hueso. Calíspigo sólo piensa en huesos y hará cualquier cosa para conseguirse uno. Huesos frescos para la merienda, a poder ser con algún arrebaño de carne; pero si se consigue la carne, mejor que mejor. ¿Qué no hará Calíspigo si ya le dan carne? Habría de cumplir la tarea por la que se puso ahí: proteger el rebaño, asustar a los lobos... pero Calíspigo es más perrito faldero. Faldero del señor terrateniente, faldero del amo del pueblo, que si pudiera sacarle a la gente una gota más de sangre, a gusto les enviaba él mismo los lobos. ¿Qué mayor anhelo para nuestro Calíspigo que poder servir a los amos junto a esos perrazos-lobo, con los que señorean los peces gordos su santa voluntad por todos lados? Así le pidan que, macho, se deje preñar por zorros; él lo hace... y ojo que alguna oveja chiste. Las ovejas no pueden hablar: las ovejas son borregos. Calíspigo manda y las ovejas obedecen, Calíspigo ordena y los borregos asienten. Pues la voluntad de Calíspigo es ley, la ley de los perrazos-lobo, la ley del cacique del pueblo.


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