domingo, 8 de abril de 2012

La Sibila

Casi puedo oír la voz de la Sibila susurrando a mi oído palabras profundas, como en aquella ocasión mientras despedía al viejo Rey Leño que moría. “¿Por qué tanto silencio?¿Es que te han hecho enmudecer los ladridos de los perros y los lobos, el agarrotamiento de la edad? ¿Te ha asustado ver cómo la cascada del tiempo fluye ahora hacia arriba?” ¡Oh calla Sibila, calla! No es tanto lo que me ha hecho callar... es lo que me hace hablar de nuevo.

Son ya cien días de año, este año en el que se va a acabar el mundo, según no sé quién, que quiere ver no sé qué en según que cuentos mayas. Cien días de año, ciento diez desde que Calíspigo -ya con una sola cabeza, pues no le hace falta ninguna otra- mira, lame, babea y escarba a su antojo. ¡Lo que ha corrido Calíspigo en este tiempo! ¡Pero míralo cómo ladra y mueve el rabo! Nadie le hace caso, por supuesto: realmente no ha cambiado nada, pero él sigue para arriba y para abajo. Ha llenado el huerto de agujeros, ha desenterrado huesos... huesos que han alzado una especie de lanza, una antigualla pútrida y oxidada, con la que ahora se esquila, se apacigua al ganado y se separa el grano de la paja. Eso es Calíspigo, un perrito bobo, un mastín baboso e inútil, que lo único que hace es sacar los huesos rancios para que nos vengan a tocar las narices, en la burda fantasía de estar en vaya usted a saber qué año. Que se preparen las ovejas: no sólo seguirán sangrando, seguirán aguantando los aullidos y los colmillos de los lobos, ahora han salido de sus tumbas los esqueletos de aquellos pájaros negros... Aquellos cuervos cebados, que vuelven desde la tumba para sacar lo poco que los lobos han dejado.


Y ¿qué pasa ovejas? ¿Decís algo? No. No merece la pena. Las ovejas gozan. Cumplen extasiadas las orgías rancias que los cuervos zombificados celebran en honor de su Chacal Capitolino, la fiera no-muerta, que una vez suplantó a la Loba de Rómulo y Remo. Y la bazofia que sale de esos picos putrefactos, con la que los cuervos de hueso van alimentando a sus crías, la festejan como nueva ambrosía. Ya llevan así una veintena de siglos, un festín macerado y envejecido, que es exquisito, como el traje de aquel emperador que nadie veía. He aquí otro clavo de oro para ese yugo que se prepara a juego con las cadenas...


“¿Pero para esto vuelves a abrir la boca, viejo gruñón? ¿Para volver a cargar contra Teófilo?¿Es que no hay más platos que llenar?”

Tienes razón, Sibila. ¡Basta de platos de bazofia por hoy! ¡Demos carne a las ovejas! ¡Miradlas ahí dormiditas, rumiando todo tipo de basura! ¿Qué les importa los socavones de Calíspigo en el huerto? ¿Qué la hediondez en la que van a parir a sus corderos? ¿Qué si van a ir para carne al matadero? Una oveja hará siempre lo que ha de hacer y lo que una oveja tiene que hacer es simple y llanamente, serlo.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Feliz Borregada

Este circo, sí. Con este pan sí que comulgamos. Con qué gusto os ponéis, ovejitas, los hilos con los que os va a guiar el marionetero. No quiero oír quejas, ni lamentos ¡Nada! ¡Tenemos lo que nos merecemos!

Tanta culpa tiene el que hace como el que permite. Y permitís, vaya que lo hacéis. Jamás se ha visto siervo tan doblegado y esclavo tan humilde, como el hombre de este siglo. Él mismo anhela sus cadenas, lucha por cargárselas al hombro y cuando, por alguna razón. algo lo priva de ellas, sólo ahí se revuelve y actúa.

Y vendrá algún profeta airado, un gurú o un iluminado que nos diga las bondades de todo esto. ¡Claro, perros sumisos! ¡Claro, Muñón de muñones! ¡Claro baberos de Calíspigo! Hay que incentivar el gasto. El gasto público invertido en orgías etílicas, que generan una nueva cadena de oro, que va a parar a las manos de siempre. Una sola noche resume cuarenta años.

Y todo para celebrar ¿qué?

Pues que prosigue la decadencia. Sigue y sigue, como aquel conejo de los anuncios. Nuestras vidas son unas pilas de decadencia que van ir a agotarse en la barbarie. ¿Un año más? Qué importa; a estas alturas uno sólo quiere que tengan razón esos que hablan de los mayas y se termine de una vez esta bufonada.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

La eterna resaca.

Fue como una visión apocalíptica, dantesca. El perro mordiéndose en su propio cuello, con las fauces de una, se arrancó la otra cabeza. La sangre, que brotaba de la herida a borbotones rojos, se diluía con la lluvia que traían los nubarrones del norte y del este. Por fin, Calíspigo, ya con una cabeza sola, miró hacia los nubarrones y ladró orgulloso de su victoria. En el lodo, donde el agua de la tormenta, la sangre de la cabeza caída y las babas del voraz apetito de Calíspigo se mezclaban, se revolcaban lozanas las ovejas, mientras balaban a coro el nombre del vencedor. No tendrán tiempo las ovejas de limpiarse el barro, la sangre y las babas, la vida con la muerte traerá una fútil limpieza, que no será más que la antesala de futuros barros. Da igual que mañana salgan a balar, a montar el circo: saldrán manchados. Da igual cuántas veces renieguen luego de la cabeza vencedora, estarán manchados. Da igual que intenten sanar la otra o que se alcen contra los demás perros y lobos, lo harán manchados. Pues no hay peor mancha que la que dejan las heridas, no hay peor herida que la que se hace uno a sí mismo.

sábado, 19 de noviembre de 2011

La hora del Circo.

Cuando ya va terminando la Atelana, en la que su misma cerviz se muerde Calíspigo, pavoneándose gallardo ante las ovejas al son que canta Muñón, no quería dejar que esta ocasión pasara. Llega el tiempo del circo señores, llega el tiempo de leñadores y peluqueros... ¿Y de qué servirá esta tragicomedia inmunda? De nada. ¿De qué sirvió allá de donde sopla el Euro? De nada. Mientras que sigan las ovejas prestándose de platillo principal para el banquete: aquí no pasará nada. El amo Muñón, sus perrazos-lobo y su fiel, pero tonto, Calíspigo seguirán la mar de contentos, jugando al juego las fichas, a base de cocido y asado de ovejas. ¡Qué hambre que tiene esta gente! ¡No se hartan! Pero ya no es asunto de ellos. ¿De verdad... pero de verdad aún creen las pobres ovejas que sirve de algo tanto balido? El circo del balido es tan tópico, que ya, hasta forma parte de las recetas de ese ovicidio que Calíspigo tanto goza. Tan asumido tiene que llega la hora de ese circo que ya, hasta lo anuncia en la orden del día. Sí, ovejitas, sí: el circo del balido es la función del bufón durante el banquete de los reyes. ¡Cómo se parte Muñón con vuestros balidos!

Otro gallo cantaría si a la hora del Circo a las ovejas le crecieran dientes y en vez de balidos hubiera ladridos y alguna que otra dentellada. ¿Pues qué papel tiene una ficha en el juego? Ser usada. ¿Qué esperanza? No jugar.

Que la hora del circo llega y cada vez seguimos más dispuestos a seguir dentro del juego de las fichas. Si no se cambia el juego, pobres ovejitas, seguiréis siendo meras fichas, seguiréis siendo el menú del día.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El Remendón

El remendón es un excelso miembro de la fauna ciudadana, que cumple una función esencial para la naturaleza humana: pues ya lo dice el adagio antiguo, errar humano es y nada mejor para un yerro que acertar con un remiendo. Pero he aquí que el remendón por excelencia, un tal Muñón, resultó ser un tipo dado a la puntada tonta y el parche súbito. Y lo que se hace a tontas y a bobas, ya se sabe, o no sirve para nada, o en vez de ayudar hace lo contrario. Muñón se hizo de oro con la inmensa cantidad de recados que recibió, pues tal era el desaguisado que ha venido cociéndose en ese fuego alimentado a base de Calíspigos, lobos, ovejas, perros y amos, que todo acababa zurcido por sus manos. Y ahora recogemos lo que hemos sembrado: sin seso los que tejieron la tela, sin seso los que la compraron, sin mesura ni perdón los que la arruinaron, hubo que hacer un remiendo y claro... malas mientes, malas manos. Muñón aquí y allá: un zurcido sobre otro, un remiendo a lo remendado... y al final no hay ya tela sólo remiendos, zurcidos: qué chapuza señores. Mejor apaga y nos vamos. Pero siempre hay algo peor, ahora Muñón goza destrozando él mismo más la tela, pues sabe que a mayores daños, a él van mayores labores, mayores dineros; y mientras los demás a balar ovejitas. Lástima, tres veces lástima.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Mermelada de ovejas.

Mientras la vida corría en jugosos banquetes de aire y perfume, mientras con gula prestada se consumían en voraz orgía las viandas del futuro; tímidos se oyeron los golpes del martillo sobre el yunque, el crepitar del fuego y sus llamas.

Ya nos perla la frente y entumece nuestra cerviz la despiadada cadena que los Amos desde hace mucho hierran para tener sujeto a Calíspigo, para que este someta a todas las ovejas bajo sus dúplices garras. Calíspigo enarbola su cadena como si de una tiara se tratara, y los demás, o ciegos o desesperados, o ahítos o carroñeros, o no pudieron o no quisieron hacer nada.

Y ahora, cuando el pan de ayer, ha traído el hambre de mañana, la cadena de Calíspigo tiene a todo el rebaño con una pata amarrada. Cojo todo el rebaño, toca jugar el porvenir a los dados, en un tablero donde a las ocas se las comieron los lobos, donde los puentes sepultaron al río con sus ladrillos de bicoca, donde el laberinto tiene paredes de papel de compra-venta y la muerte se extiende por los mercados de bagatelas y engañabobos.

¡Cómo agudiza el oído el ensordecedor rugido de un estómago soliviantado! ¡Qué clara la mente en esta mañana sin resaca! La claridad del día trae los resultados de los despropósitos de la noche; y ahora nos damos cuenta de que cuando bebían y comían despreocupadas haciéndose a si mismas, las ovejas estaban siendo engordadas como cerdos. Pues los tiempos van cambiando y con ellos las costumbres de todos. Con lo que cuesta, por qué perder tiempo cazando, si ellas vienen solas: es con la miel con la que se atraen las moscas, pues sea: hagamos miel a las ovejas, y hagamos miel con ellas después, pues es sólo con la miel de esta flor que se apacigua a los lobos y se convierte lo que debería ser un perro guardián en un perrito faldero. Y he aquí que ya ni siquiera hay ovejas, ya no quedan borregos, sólo hay miel, miel guardada en frascos, pesada, medida y etiquetada que se usa en el casino de los amos como ficha en el juego de los dados: de lobo a lobo y me lo zampo todo, de ladrillo a ladrillo y atropello a un pobrecillo.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Homo homini lupus.

Calíspigo es un perro de dos cabezas, o más bien de dos frentes: dos caras, mismo cuerpo y mismo seso. Es un buen perro: hace lo que le dicen los amos, divierte a los dueños de la casa, ladra y muerde al que molesta al amo y al final de su día se gana su hueso. Calíspigo sólo piensa en huesos y hará cualquier cosa para conseguirse uno. Huesos frescos para la merienda, a poder ser con algún arrebaño de carne; pero si se consigue la carne, mejor que mejor. ¿Qué no hará Calíspigo si ya le dan carne? Habría de cumplir la tarea por la que se puso ahí: proteger el rebaño, asustar a los lobos... pero Calíspigo es más perrito faldero. Faldero del señor terrateniente, faldero del amo del pueblo, que si pudiera sacarle a la gente una gota más de sangre, a gusto les enviaba él mismo los lobos. ¿Qué mayor anhelo para nuestro Calíspigo que poder servir a los amos junto a esos perrazos-lobo, con los que señorean los peces gordos su santa voluntad por todos lados? Así le pidan que, macho, se deje preñar por zorros; él lo hace... y ojo que alguna oveja chiste. Las ovejas no pueden hablar: las ovejas son borregos. Calíspigo manda y las ovejas obedecen, Calíspigo ordena y los borregos asienten. Pues la voluntad de Calíspigo es ley, la ley de los perrazos-lobo, la ley del cacique del pueblo.