sábado, 26 de marzo de 2011

Comienzo

Si los hados me permitieran, lector, darte unas lentes para que miraras las líneas que estás viendo, estas habrían de ser opacas, y aún más oscuras, para que, con más claridad, acabaras leyendo. Así, como has de leerme, leo yo el mundo sobre el que escribo: pues de tanta sinrazón y tanta fermosura se nos ha nublado a todos el juicio y, anestesiado, eso que llamamos corazón languidece de hambre, rodeado de manjares y delicias, en un atracón de agua y tenedor, propio del doctísimo Trimalción. Sírvete, si gustas, aquí un plato bien lleno de jugosa carne y deja el hambre y las oquedades para las cabezas que abrevan en esos nuevos ríos Sirios: esas escuelas de los doctores del futuro, titulados en la sobremesa de la tarde; o esos museos gregarios expositores de los más refinados y exquisitos frutos de nuestra vetusta cultura; y sobretodo y ante todo esos templos de fieles estoicísimos que al son de la tuba liban cubas a los dioses vespertinos.
Así pues, me subiré a mi tapia rancia y con mi barba de diez días os gritaré y cuando alguno me recrimine y me llame, con justicia, soplagaitas, yo le dire... ¿Has roto los libros?

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