jueves, 18 de agosto de 2011

Panem et Circenses

Ya ha llegado el Caballo Negro de Teófilo para juntarse con su platillo favorito: el corderito temprano de pocas primaveras. Si es que el tonto más grande es el que no quiere ver. Pero habremos de hacer caso esta vez a los mitos y perdonarlos porque no saben qué hacen. Inducidos por la terrible fiebre de la sinrazón del desierto, ellos solos van mudos al matadero. Y es que la culpa de todas estas tonterías la tenemos todos: unos por vender susurros y cuentos chinos, otros por querer que los demás los creamos como si fueran verdades universales y otros simplemente por, a cuenta de panderetas y chirimollas, ir de jarana en jarana y tiro porque me toca. ¿Que hundiéndose el barco ahora se abre a gusto para que entre más agua? Lástima de capitán y de oficiales; pero lástima de los que pagaron el barco, los que lo fletaron y los que lo despidieron del puerto. Porque ¿a ver qué nos hemos pensado? Ahora venimos con reclamaciones; ahora. ¿Dónde estaba el grito? ¿Dónde estaba el cielo cuando todo parecía -ojo: parecía- ir bien? ¿Cuándo parecía que el dinero y los recursos los regalaban hasta debajo de las piedras? Sí, que ahora vengan éstos con fuegos de artificios es como que encima tengamos que poner la cama... pero es que no son sólo estos: son todos. La lástima es que si viniera otro con las mismas intenciones, pero vendiéndonos otro cuento, lo aceptaríamos felices y contentos. No es que no queramos pan y circo... esa es la lástima: es que no queremos ESTE pan y ESTE circo.

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